Para 6 personas
1.-Reserva un vaso de leche fría y calienta el resto con la rama de canela y la piel de limón. Cuando la leche empiece a hervir baja el fuego para que no se derrame y deja que hierva durante cinco minutos a fuego muy lento.
2.-Mientras, añade la maizena al vaso de leche que has reservado y remueve hasta que se disuelva por completo. Aunque te pueda parecer que se queda como el cemento, remueve, que se va a mezclar por completo y verás que todos los grumos desaparecen en un momento.
3.-Casca los huevos separando las yemas de las claras. En esta receta sólo vas a usar las yemas. Coloca las yemas en un bol bastante amplio y añade el azúcar y la leche con la maizena. Bate bien con las varillas.
4.-Después de haber hervido la leche durante cinco minutos, pásala por un colador para retirar todos los tropezones que pueda tener. Ahora es el momento de incorporarla a las yemas. Es muy importante que lo hagas poco a poco.
5.-Con las varillas en marcha, vierte la leche en el preparado de yemas, sin dejar de batir, hasta que la hayas añadido toda. Verás que te queda espuma en la superficie. Es normal. Vierte todo el preparado en un cazo y llévalo al fuego. El fuego debe ser bajo, ya que esta preparación se pega y se quema con facilidad. Puedes hacerlo al baño maría, aunque te cueste un poquito más. Remueve sin parar con una cuchara o una varilla manual. Cuando desaparezca la espuma de la superficie y las natillas espesen, ya puedes retirar el cazo del fuego. Este paso suele durar unos diez minutos. No seas impaciente o se te puede quemar.
6.-Vierte las natillas en vasitos o en una fuente honda, tipo ensaladera. Espolvorea la superficie con canela molida, una vez que se haya enfriado. Si lo haces a través de un colador, la canela se te va a repartir mucho mejor y no te quedará ningún grumito. Esto es sólo por estética.
Guarda las natillas en el frigorífico y sírvelas muy frías. Puedes presentarlas adornadas con un barquillo o una galleta.